El test de la golosina
Publicado el 14 de Mayo de 2020 | Economía
En la década de los 60 del siglo pasado, Walter Mischel, psicólogo austriaco de la Universidad de Standford, planteó un sencillo experimento cuyas conclusiones se siguen analizando todavía hoy en día. El experimento consistió básicamente en “encerrar” a niños entre 4 y 6 años en una habitación y dejarles solos sentados frente a una mesa en la que se coloca una deliciosa golosina. Se les dice que se van a quedar solos un tiempo y que si, a la vuelta no se han comido la golosina, podrán obtener otra igual.
Los niños inician pues una lucha entre el deseo inmediato de comérsela y su capacidad de autocontrol para no hacerlo, provocándose situaciones cómicas en las que cada niño usa distintas estrategias para evitarlo.
Mischel hizo un seguimiento de esos niños objeto del experimento para comprobar qué había sido de su vida y comprobó treinta años después que un porcentaje grande de los que habían resistido a la tentación y no se habían comido la golosina habían tenido mejores calificaciones escolares, tenían trabajos mejor remunerados y estaban más satisfechos con el mismo, soportaban mejor el estrés y tenían incluso menor índice de masa corporal que los que habían sucumbido y se comieron la golosina.
Las conclusiones del experimento se plasmaron en el libro “el test de la golosina” publicado en 2015 y refleja la importancia del autocontrol personal, mostrándose aún hoy en día en las escuelas de negocio como un ejemplo de la importancia de la disciplina personal en el mundo de las finanzas y de la gestión empresarial.
¿Podemos asimilar el comportamiento de un inversor con el niño que desea comerse la golosina? Si lo pensamos bien… muchos inversores tienen un comportamiento similar al de los niños. Si un inversor observa que sus acciones suben y suben, la tentación puede ser la de esperar a que sigan subiendo y no vender para obtener mayores ganancias en el futuro (igual que el niño que espera dos golosinas). Si las acciones bajan y bajan, la tentación será venderlas cuanto antes sin analizar la razón de la bajada.
Al igual que los niños y las golosinas, el autocontrol y la disciplina personal son claves para un buen inversor ya que el componente psicológico que tiene es muy importante. Saber controlar bien los impulsos es clave para la ganancia o la pérdida.
También pueden aplicarse las conclusiones del test al mundo del ahorro. Son los individuos y sociedades en general que no sucumben a la tentación de la satisfacción inmediata mediante el consumo y que deciden esperar y ahorrar, las que al final consiguen mejores resultados.
Vista la importancia del autocontrol en la economía la pregunta es... ¿se puede aprender? ¿se puede practicar? La respuesta es afirmativa. En España existen algunos proyectos con niños en algunos colegios que pretenden ayudarles a que puedan controlar sus pensamientos, impulsos y emociones. Si desde niños aprendemos a gestionar bien nuestros impulsos y tentaciones… quizá tengamos todos una vida futura más feliz.
Por José Ángel Navarro Martínez
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