Premios y castigos en el aula
Publicado el 6 de Julio de 2018 | Conocimiento

Los premios y castigos son la base de la educación conductista, que busca adiestrar a las personas en un comportamiento determinado.
Niños y adolescentes se han enfrentado al sistema de premios y castigos en la escuela tradicional. Los resultados inmediatos parecen positivos, pero también se consigue que algunos alumnos no respeten los límites si no hay castigo ni se esfuercen si no hay premio.
Las notas son el detonante clásico tanto de premios como de castigos. Sin embargo en lugar de utilizar castigos es más útil hablar sobre las consecuencias, Si un niño pequeño se niega a recoger sus rotuladores después de dibujar podríamos castigarle sin volver a usarlos, pero eso sería un castigo que nosotros imponemos. Es más útil explicarle que si no recoge sus rotuladores y los deja destapados se secarán y ya no podrá volver a dibujar con ellos. Si el adulto deja que esto ocurra será una consecuencia directa de sus actos.
Esto también sucede con los adultos. Las multas de tráfico por exceso de velocidad son un buen ejemplo. La mayoría de los conductores sólo cambia de actitud ante la presencia de un radar fijo, dónde se encuentran con la amenaza de la multa como refuerzo negativo. Aunque efectivamente la mayoría de conductores cumple con la ley al pasar ante el radar, lo que haga luego dependerá de los valores que uno tenga y cómo los cambie para sentirse bien consigo mismo al volante.
Es importante entender que no todo se ha de hacer para ganar algo. Las recompensas son algo inherente al acto que la ha ocasionado. Adquirir conocimientos, habilidades, valores y normas de conducta es un bien por sí mismo.
La propuesta es reconocer el esfuerzo y los progresos alcanzados, alegrándose con los alumnos que avanzan y apoyando especialmente a esos otros alumnos que a pesar de esforzarse no logran obtener los resultados esperados.
El papel de los padres es fundamental. A muchos padres les frustra enormemente el fracaso de sus hijos porque lo viven en primera persona. Los padres se preocupan mucho por los suspensos porque sus expectativas se frustran, y eso les provoca una reacción de enfado que a veces dirigen hacia el niño y otras hacia el profesor. Ante una situación así es necesario actuar con tranquilidad, realizar un análisis realista y aplicar las soluciones con firmeza.
Los niños que se enfrentan al fracaso escolar suelen necesitar un refuerzo en su autoestima. En estos casos conviene señalar los pequeños avances para que el alumno vaya adquiriendo confianza en sí mismo. En general los niños que no quieren hacer los deberes es porque no se sienten bien con ello y probablemente algo les está ocurriendo.
Por Lucía García
Anterior | Siguiente |
Dinero negro al sol | Programación, la alfabetización del siglo XXI |