Por qué empezamos el año en el mes de enero

Publicado el 5 de Octubre de 2021 | Matemáticas


Por qué empezamos el año en el mes de enero

Para muchos, septiembre es el principio del año. Porque, ¿por qué empieza en enero? ¿No podría empezar en febrero? Tiene menos días… ¿O en marzo, con la primavera? ¿No podría empezar el año cuando uno sienta? ¡Listas abiertas para el comienzo del año ya! Pues no, el 1 de enero comienza el año, y cada año igual. ¿Por qué enero? Pues tiene una explicación histórica, en el contexto de una época de transición: la transición entre el calendario lunar al solar, y ahí hay mucho ajuste matemático. Si nos vamos a la antigua Roma, donde todo está bien documentado y datado ya, los años duraban 10 meses, con 30-31 días cada mes (6 de 30 y 4 de 31). Los años duraban 280 días aproximadamente, y digo “aprox” porque el comienzo de cada año lo marcaba el comienzo de la campaña militar, y el César de turno alargaba el comienzo para que hiciese buen tiempo o estuviese todo en su sitio. El comienzo de año era un desastre, un caos…

Esto se basaba en el calendario lunar. Un mes era un ciclo lunar, que equivale además con un ciclo menstrual, y esto sigue siendo así con el añadido de 0-3 días en meses, para cuadrar el año. Contaban 10 meses pues tenemos 10 dedos y siempre ha sido la forma de contar todo. Un milenio antes de Cristo, los meses de enero y febrero no existían. El año comenzaba con marzo (Martius, Dios guerrero, con el que empezaban las campañas militares. Le seguían Aprilis (abrir, en latín), Maius (diosa Maia), Junius (por Juno), Quintilis (quinto mes), Sextilis (sexto), y ya los conocidos séptimo, octavo, noveno y décimo meses del año, que “casualmente” se llaman septiembre, octubre, noviembre y diciembre (aunque ahora no tenga sentido mantener estos nombres).

Pero por el siglo VII a.C., el sucesor de Rómulo y segundo Rey de Roma, Numa Pompilio, propuso un cambio, añadir días al año. Las estaciones estaban descontroladas, el invierno a veces cogía en marzo, otras veces en septiembre... Para solucionar y controlar el clima y así poder tener más control de la guerra y de los cultivos, decidió que esto se podría compensar añadiendo dos meses al final del año. Enero pasaría a ser el undécimo mes (Ianarius, dedicado a Jano) y Febrero (mes de purificación, februare) cerraría el año. El año tenía entonces 355 días, añadiendo días a lo loco y subastando días en despachos con uvas, manipulación del calendario a tutiplén, ¡oiga! De hecho, cada cierto tiempo se añadía un decimotercer mes con fines compensatorios, según conveniencia política y comercial, Mercedonius. Pero es la primera intención de ajustar el calendario al horario solar, para controlar las estaciones.

No fue hasta 45 a.C., en la época de Julio César, cuando pidió a un conocido astrónomo y filósofo alejandrino, Sosígenes, que ajustase todo esto, que se nos iba de madre… Y, sin tener en cuenta el sistema heliocentrista (cosa a tener muy en cuenta), calculó que el ciclo solar duraba exactamente 365,25 días (se le escaparon 9 minutos y algunos segundos, pero está muy bien para tener nombre de soso). Entonces pasamos al calendario juliano (por Julio César), con un ajuste extraño de los meses que venían del calendario lunar, que se mantenían con sus 30 y 31 de forma que los nudillos te podrían ayudar. El año tendría 365 días y doce meses. Y Julio César quiso tener hasta un mes a su nombre y ala… julio para él. Su sucesor Augusto tuvo envidia y ala… agosto adjudicado.

¿Pero por qué en lugar de marzo empezamos el año en enero? Enero y febrero servían al principio para prepararse psicológicamente a las campañas militares de marzo, y en el imperio romano se adoptó como un mes festivalero. Pero por cuestiones religiosas, los católicos se resistían celebrar el comienzo del mes con nombre de Dios pagano. Y esto no fue unánime en Europa hasta el siglo XVI. Muchos estados celebraban el principio del año en fechas diferentes, con significado religioso. Desde la Navidad (25 diciembre), a la Encarnación (25 de marzo) o hasta la propia Pascua, que es una fecha variable (el primer domingo después de la luna llena tras el equinoccio de primavera en el hemisferio norte), se preferían como fechas de comienzo de nuevo año. Pero para normalizarlo todo, se impuso por un edicto en Alemania que el primer mes del año era enero y el año empezaba el 1, porque es el primer día, y punto. Hasta el siglo XVIII no se consiguió estandarizar el tiempo.

Pues así es la vida, ahora ya contamos todos igual, pasa el tiempo igual para todos, y en el hemisferio norte hace frío en todos sitios a la misma vez (menos en Murcia, claro). Y es que contar es la primera forma con la que podemos entender nuestro entorno. Para contar están las matemáticas, y con eso me quiero quedar.

Por Santiago García


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