Oficinas post-pandemia
Publicado el 1 de Julio de 2020 | Economía

El teletrabajo parece estar de moda por razones obligadas, pero no es algo nuevo. Podemos decir que surgió de otra crisis, en concreto de la del petróleo en los años 70 del siglo pasado. Se considera a Jack Nilles, ingeniero de la NASA, como el padre del llamado “telecommuting” o teletrabajo. La escasez de petróleo provocó un intenso debate público en la época al sostener Nilles que, si uno de cada siete trabajadores no tuviera que desplazarse a su sitio de trabajo, Estados Unidos no tendría la necesidad de importar petróleo”. Los argumentos de los partidarios y detractores de esta modalidad de trabajo son los mismos que hoy en día.
En España el porcentaje de trabajadores que realizaban su trabajo en “remoto” por medio de teletrabajo ha sido siempre mucho más bajo que el de nuestros vecinos europeos. Para muchos trabajadores de las grandes multinacionales instaladas en Europa no es raro trabajar en su casa a muchos miles de kilómetros de distancia y desplazarse solo un día a la semana a la empresa para volver a casa incluso en el mismo día.
En España en parte por problemas tecnológicos, de conectividad o incluso por el miedo de las empresas a perder el control de sus trabajadores, la implantación de este tipo de trabajo ha sido hasta ahora muy tímida. Sin embargo, la alerta sanitaria y el obligado confinamiento a causa del Cobid-19 ha cambiado de golpe esta realidad. A todos nos ha pillado por sorpresa y a muchos de los trabajadores en activo nos ha obligado a tener que teletrabajar.
A muchas empresas les ha sorprendido el buen rendimiento mostrado por sus trabajadores con esta modalidad de trabajo y está planteando cambios en este sentido tras el confinamiento. Los cambios que se avecinan tienen que ver con las ventajas en cuanto al ahorro de costes (electricidad, mantenimiento, limpieza, alquiler de oficinas…) que supone para las empresas permitir que parte de su plantilla realice su trabajo en remoto de modo permanente.
Si esto se generaliza puede suponer una auténtica revolución en el mundo laboral. Para el trabajador ya no será necesario buscar casa cerca del lugar de trabajo, pudiendo encontrar mejores viviendas más lejos, generándose la descongestión de los centros de las grandes ciudades. Algunos van más allá y ven una oportunidad real para la llamada “España vaciada”. Para las empresas también será una gran ventaja no tener a toda su plantilla en una oficina en muchas ocasiones céntrica y muy cara de mantener, pudiendo buscar otras localizaciones más pequeñas lejos del centro con un destacado ahorro de coste de alquiler.
Pero además de estos cambios, el mundo las oficinas post-pandemia también sufrirán modificaciones en su diseño y estructura. Los cubículos y pantallas separadoras de los puestos de trabajo típicas de épocas pasadas pueden estar de vuelta para contribuir al distanciamiento social. Oficinas sin pomos, manivelas, con pasillos con circulación de doble sentido o ascensores sin botones y accionados solo con nuestra voz pueden ser el futuro
Todo esto está por ver. Aunque se hable mucho de la “nueva normalidad”, realmente nadie conoce a ciencia cierta en qué consistirá.
Por José Ángel Navarro Martínez
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