La paradoja de Barbie
Publicado el 2 de Octubre de 2018 | Economía

Todos estaremos de acuerdo en que la muñeca “Barbie” ha sido un éxito completo desde su nacimiento. La muñeca ha sido lanzada con distintos complementos y vestida para diferentes profesiones; nadadora, peluquera, arquitecta, doctora etc.
Los padres que se hayan acercado a alguna tienda interesándose en comprar una de ellas para sus hijos, quizá habrán observado algo curioso: el precio es muy diferente según la profesión de la Barbie. Podemos pensar que el coste de fabricación es distinto justificándose así la diferencia de precio, sin embargo, todas las “Barbies” tienen características comunes al estar hechas del mismo material y tener un número de complementos parecidos.
Lo cierto es que las profesiones más “prestigiosas” socialmente hablando resultarían más caras que las que lo son menos. El economista Matthew Notowidigdo, de la Universidad de Chicago, lo explica llamando a esta situación la ‘paradoja de Barbie’ . Resulta que los fabricantes de la muñeca se aprovecharían de la esperanza que tendrían los padres norteamericanos de que sus hijos acaben dedicándose a esas profesiones bien remuneradas y prestigiadas si tienen contacto con ellas en la niñez a través del juego.
Detrás de esta situación tan curiosa hay un concepto económico denominado “discriminación de precios”, que es la práctica de vender el mismo producto a distintos precios según los diferentes grupos de consumidores.
Si preguntáramos a los consumidores cuánto estarían dispuestos a pagar por cierto artículo, quizá nos sorprendiera comprobar la diferencia existente entre unos y otros. A la hora de establecer el precio de un producto, lo ideal para una empresa sería que ésta adivinase la cantidad máxima que cada uno estaría dispuesto a pagar por algo, y que pusiera precios diferentes para cada persona. Si ese precio es superior al coste de fabricación, la empresa estaría maximizando su beneficio. Evidentemente no se puede hacer eso pero sí aplicar distintas estrategias para que sea el consumidor el que decida qué precio quiere pagar; en definitiva… discriminar precios.
Podemos distinguir tres tipos de discriminación de precios:
• Discriminación perfecta o de primer grado. Es el nivel máximo de discriminación de precios; consistiría en cobrar un precio diferente para cada cliente en función de su nivel adquisitivo. Este tipo de discriminación supone que el vendedor conoce muy bien al cliente y sabe hasta dónde puede llegar. Como ejemplo podemos poner el de los mercados callejeros y el “regateo”
• Discriminación de segundo grado. En este caso, el vendedor ofrece varias posibilidades del mismo producto para que los consumidores puedan adquirir el mismo bien pagando más o menos. Podemos comprar la misma entrada a un concierto más barata si se hace de modo anticipado que si se hace en taquilla el mismo día de un concierto. Ver un partido de futbol cuesta distinto en función del lugar desde donde lo veamos; en definitiva, hay gente que está dispuesta a pagar más por ver el partido.
• Discriminación de tercer grado: El vendedor cobra distintos precios a diferentes grupos de consumidores en función de la renta que supone que tienen. Estudiantes, pensionistas, familias, etc.
Pero las empresas no siempre pueden realizar esta práctica. Es necesario que tengan cierto poder de mercado ,deben ser capaces de adivinar la disposición a pagar de cada persona o grupo y tienen que evitar la “reventa” de los consumidores que pagan precios más bajos hacia los que están dispuestos a pagar más.
Por José Ángel Navarro Martínez
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