El mito de los estilos de aprendizaje
Publicado el 13 de Noviembre de 2018 | Conocimiento

Los mitos son ideas equivocadas o historias imaginarias que alteran las verdaderas cualidades de algo. En educación también existen muchos y, particularmente, sobre el cerebro. A menudo se propagan como ideas basadas en la neurociencia pero no tienen valor educativo, y se pueden llegar a asociar con una mala práctica en el aula.
El deseo, la ansiedad o los sesgos hacia explicaciones simples son los factores típicos que distorsionan la realidad y hacen que las personas se agarren a ‘neuromitos’, lo cual representa un problema que obstaculiza los esfuerzos del personal neurocientífico para comunicar el significado de su trabajo. También puede conducir a malentendidos y confusiones acerca de conceptos entre el profesorado.
En un estudio realizado en la Universidad de Bristol y publicado en 2014 se presentaron varios mitos relacionados con el cerebro a un conjunto de docentes de 5 países distintos. Algunos de ellos formulaban, por ejemplo, que beber menos de 6 vasos de agua al día puede hacer que el cerebro se encoja, que los estudiantes se muestran menos atentos tras consumir refrescos o bebidas azucaradas o que la mayoría de nosotros solo usamos el 10% de nuestro cerebro. Más del 70% de los maestros encuestados creyó erróneamente que las diferencias en el hemisferio dominante del cerebro (izquierdo o derecho) pueden ayudar a explicar las diferencias individuales entre alumnos y casi todos los profesores, más del 90% en cada país, consideró que se aprende mejor cuando se recibe la información en un estilo determinado (visual, auditivo o kinestésico).
La teoría de los estilos de aprendizaje se originó en 1974, cuando dos autores popularizaron una clasificación de estudiantes bajo el nombre de ‘Escalas Grasha-Riechmann’. A pesar de la carencia de pruebas convincentes que apoyen esos enfoques, estas escalas han adquirido con el paso del tiempo más valor del que tienen en realidad. Revisiones posteriores de la clasificación no han encontrado motivos para afirmar que adaptar la enseñanza al estilo de aprendizaje beneficie al alumnado ya que, aunque no se pueda utilizar el mismo tipo de método para cualquier alumno y contexto, resulta complejo clasificar a un estudiante dentro de un único estilo.
La adopción de una herramienta educativa dudosa o ineficaz supone una oportunidad perdida para emplear otras estrategias de eficacia probada. La prevalencia de mitos entre profesionales de la educación afecta directamente al desarrollo de la actividad en clase. Para evitar el empleo de métodos basados en supuestos, que no tienen fiabilidad y obstaculizan la enseñanza, es importante apostar por una educación basada en evidencias válidas y sólidas en vez de en opiniones o experiencias aisladas. La actitud escéptica y la formación pueden dar lugar a un enriquecimiento de la educación, tanto por la neurociencia como por otros campos de estudio.
Por Marta Seror
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