El AZT, de posible anticancerígeno a primer tratamiento contra el VIH
Publicado el 8 de Octubre de 2019 | Biología y Geología

La investigación básica es el pilar fundamental sobre el cual se asientan todos los avances biomédicos ya que su trabajo descriptivo permite entender el contexto que rodea a cualquier problema sanitario. Por ejemplo, el estudio de la estructura ocular en personas sanas permite entender, y corregir, muchos de los problemas de visión. Del mismo modo, muchos trabajos de base sobre bioquímica han permitido el desarrollo de tratamientos contra múltiples enfermedades infecciosas.
Actualmente una de las enfermedades infecciosas más relevantes es el sida provocado por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Ahora existen una serie de tratamientos bastante eficientes en contener la enfermedad pero a principios de los años ochenta la situación era completamente diferente: en primer lugar porque se tardaron unos años en descubrir y estudiar el virus que estaba detrás de todos los casos clínicos que aparecían, y en segundo lugar porque al ser una nueva enfermedad no había ningún tipo de tratamiento. Y es aquí donde aparece el AZT (3´-Azido-2´,3´-dodesoxitimidina).
El AZT fue sintetizado en 1964 como un potencial fármaco anticancerígeno, aunque fracasó en este aspecto y quedó olvidado durante más de veinte años hasta que en 1985 se vio que era un potencial tratamiento del sida. En este tipo de infecciones los linfocitos T, un tipo de células del sistema inmune, son especialmente vulnerables al VIH y en su interior gran parte de los virus se desarrollan y multiplican. Como el VIH es un retrovirus, esto significa que su información genética está codificada en RNA pero durante la infección esta debe ser convertida en DNA para poder tomar el control de la célula infectada y multiplicarse. Para este paso es indispensable un complejo proteico denominado transcriptasa inversa. El AZT lo que hace es inmiscuirse en el trabajo de la transcriptasa impidiendo la síntesis de DNA vírico, lo cual impide la proliferación del virus.
Los tratamientos con AZT consiguieron retrasar la aparición de los síntomas del sida en pacientes en las fases iniciales de la infección por VIH, e incluso incrementar en hasta un año la supervivencia de aquellos pacientes en un estado avanzado de la infección, pero era un tratamiento con bastantes limitaciones: resultaba tóxico para las células de la médula ósea con lo cual los pacientes podían desarrollar anemias, y la propia capacidad intrínseca del virus hacía que para obtener mejores resultados el AZT tuviera que usarse combinadamente con otros fármacos. Afortunadamente, actualmente los tratamientos son mucho más efectivos aunque por desgracia sigue sin haber un tratamiento curativo, y es importante recordar que todas las instituciones médicas involucradas en la lucha contra el sida hacen un especial énfasis en la prevención, que pasa por medidas como el control de las transfusiones de sangre o el uso del preservativo en cualquier tipo de relación sexual.
Por Pablo Barrecheguren
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